5 de febrero de 2006

Cuando quieras... apágala


(...) Fue mucho después cuando la luciérnaga levantó el vuelo. Deplegó las alas como si se le hubiese ocurrido de repente. Un instante más tarde, cruzaba la barandilla y se sumergía en la envolvente oscuridad. Describió , ágil, un arco en torno al depósito, tal vez intentando recuperar el tiempo perdido. Y tras permanecer unos segundos inmóvil observando como la línea de la luz se extendía en el viento, voló hacia el sur.

Aún después de que la luciérnaga hubiera desaparecido, el restro de su luz permaneció largo tiempo en mi interior. Aquella pequeña llama, semejante a un alma que hubiese perdido su destino, siguió errando eternamente en la oscuridad de mis ojos cerrados. Alargué la mano repetidas veces hacia la oscuridad. Pero no pude tocarla. La tenue luz quedaba más allá de las yemas de mis dedos.

(fragmento del libro "Norwegian Wood" de Haruki Murakami)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

yo creo que esa llama no se va a apagar, mejor que sea chiquitita, pero que esté viva y fuerte ante las tempestades, cogerá fuerza y se hará grande, como antes.

me has recordado la canción fuego apagado de Tontxu, (...) y quién sabe si algún día abrasará, este fuego apagado...

un beso fuerte

Elendaewen dijo...

Sabes que tienen las estrellas que no tiene la Luna? Que brillan siempre, no menguan, ni crecen, ni se ocultan o eclipsan.
Las brasas son lo mejor del fuego. Tu llamita en letras da calidez en la distancia =)
Saludos